El 2 de febrero de cada año, los hogares mexicanos se preparan para levantar al Niño Dios del pesebre, vestirlo y llevarlo a la iglesia para su bendición. Después de la celebración religiosa, el festejo continúa con una cena muy tradicional: tamales de mole, dulce y chile verde; chocolate, café, atole de piloncillo o champurrado y buñuelos. Es el Día de la Candelaria y todo el país lo festeja.
Según la tradición religiosa, el origen de esta celebración se remonta a la época del nacimiento de Jesús, cuando después de cuarenta días de que María dio a luz, llevó al Niño junto con José, al Templo de Jerusalén para presentarlo ante los sacerdotes y cumplir con un rito judaico que marcaba también la purificación de la madre.
En nuestro país, esta tradición llega con los españoles como parte de la conquista espiritual y es en el virreinato cuando se empieza a celebrar el Día de la Candelaria como tal. Así poco a poco, el festejo se fue impregnando de los rasgos culturales y las tradiciones de cada región, hasta llegar a convertirse en una fiesta muy mexicana por los elementos que se le fueron agregando con el paso de los años.
Esta fiesta marca el fin de la temporada navideña y hasta hace poco, los nacimientos permanecían hasta este día; tradición que se mantiene en algunos lugares de la República Mexicana. La celebración del Día de la Candelaria tiene una relación directa con la tradicional “rosca de reyes”, ya que a la persona que “le toca el muñeco”, tiene el compromiso de invitar los tamales y el atole, además de convertirse en el padrino del Niño de la casa anfitriona y tener la obligación de vestirlo por tres años consecutivos.
De esta manera, el padrino se prepara para el festejo y prepara la vestimenta de su “ahijado”. El primer año se viste con un ropón blanco como símbolo de pureza para su presentación. Ya para el segundo y tercer año, los padrinos escogen la vestimenta de acuerdo con su gusto y posibilidades económicas, pero siempre con una gran devoción, dedicación y creatividad. De igual forma, es esencial el “trono” o silla donde se colocará al Niño después de la ceremonia religiosa y para eso se acondiciona un lugar especial de la casa para que todos los invitados lo puedan admirar durante todo el año.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario