¿A qué se debe la confusión? Entre otras razones, a dos documentos que Brandariz y antes otros historiadores señalan como manipulados. Se trata de la supuesta Partida de Bautismo expedida en Alcalá en 1547 y a una petición «autógrafa» que Cervantes hiciera al Corregidor de Madrid el 18 de diciembre de 1580. En opinión del investigador, esa Partida de Bautismo quizá lo sea de un pariente del escritor, hijo del cirujano Rodrigo de Carbantes (Cervantes) y de Leonor Cortinas, con quienes mantenía relación.
En esta partida el nombre del nacido, Miguel, es añadido después de su escritura original en el margen izquierdo. Y en ella no aparece su segundo apellido: Saavedra. Tras escarbar en muchos archivos, Brandariz señala que Miguel no se usaba como nombre en Alcalá de Henares. Que la fecha de su Bautismo, el 9 de octubre, sería hasta 11 días posterior a la de su nacimiento (se habría tomado el nombre de la festividad del día y San Miguel Arcángel se celebra el 29 de septiembre), cuando lo normal era bautizar a los niños inmediatamente después, como mucho a los tres días, por miedo que fueran al limbo si morían. Y, por último, que San Miguel no existe como topónimo (otra fuente para dar nombre a los recién nacidos) en Castilla la Nueva, siendo así que de los 317 existentes en España, el 80 por ciento se encuentran en el Noroeste, y mayoritariamente —el 64 por ciento— en Galicia.
El investigador pone en evidencia otros asuntos familiares: Miguel nunca figura en comparecencias notariales de los Cervantes Cortinas. Su «madre» desconocía que su «hijo» había sido rescatado de Argel cuatro años después de haberse producido su liberación. Su hija, Magdalena Cervantes Cortinas, no sólo suscribe un contrato formal con Isabel, la hija del escritor (supuesta «sobrina carnal») cuando la acoge en su casa para hacer labores domésticas, cuando la habría acogido sin más de haber tenido ese parentesco, sino que al testar no la deja nada en herencia, como sí lo hace con Constanza. Por otra parte, en la inscripción del matrimonio de Cervantes con doña Catalina Palacios Salazar en Esquivias tan sólo se anota que él era «vecino de Madrid».
En el otro documento, donde se asienta que Cervantes era «natural de Alcalá de Henares», en opinión de Brandariz la caligrafía de la firma no se corresponde con la habitual del escritor en sus manuscritos, en las cartas al conde Lemos o en sus liquidaciones como comisionista, y parece poner «Cabantes» mientras en el texto dice «Cerbantes». Además, las primeras líneas parecen estar escritas por una persona y el resto por otra, así que el investigador concluye que se trata de una falsificación y se pregunta: ¿cómo es posible que Lope de Vega, que pasó cuatro años en Alcalá de Henares, no lo hubiera sabido? De haber sido hijo de Rodrigo de Carbantes, ¿se habría mofado de la cirugía, que era la profesión de su «padre», en el Quijote, cuando compara a cirujanos con barberos, herradores, sastres y «otras zarandajas»?
Colegio en Monterrey
Una aportación de Brandariz en este tercer libro es un documento inédito, la «Egloga de Virgine Paradei», que apunta a que Cervantes no estudió en los colegios de los jesuitas en Sevilla o en Córdoba, sino en el más nuevo Estudio o Colegio de Monterrey, junto a Verín, en Orense, al que volvería mucho después. Se trata de una composición teatral para uso escolar que se representó el 8 de diciembre de 1581. Brandariz identifica la caligrafía de Cervantes en siete páginas, una tercera parte del texto, aunque no concluye si en calidad de copista o redactor.
En Lisboa había estado a mediados de agosto, donde informó de la misión que se le había encomendado en Orán; hasta diciembre pasó por tierras sanabresas (para el investigador su entorno natal) y el 8 estaba, como el joven conde de Monterrey (que había luchado en la campaña de Portugal) en esta representación. El posible alter ego de Cervantes se llama «Sanabrio». Los nombres de los otros personajes responden a la procedencia del alumnado: «Castellanus», «Lusitanus», «Viano (de Viana)», «Ormino (del Miño)» o «Sileno (del Sil)».
Esta composición transparenta una gran familiaridad con las costumbres, usos y habla de Sanabria, cuyo castellano está marcado por el gallego y el portugués, así como por las variantes lingüísticas leonesas y asturianas, como así ocurre en toda la obra cervantina.
Cervantes, el «lugar»
De las Montañas de León en Sanabria proceden, según Brandariz, otros alter ego del autor, por ejemplo, el Damon de la Galatea y el Cautivo del Quijote. Las vinculaciones del novelista con estas tierras ya fueron destacadas por diversos autores: Menéndez Pidal, Dámaso Alonso, Astrana Marín o Rodríguez Marín han señalado las influencias galaico-portuguesas en la obra cervantina. Sin embargo, es el propio Cervantes quien da más pistas geográficas. Cuando los peregrinos tudescos, entre ellos Ricote disfrazado, ya han pasado la Ínsula Barataria, descansan por el camino de Compostela, dice Brandariz.
Ricote quiere recuperar el tesoro que había enterrado sabiendo que iba a ser expulsado. El destino es una aldea sencilla cercana a un bosque y un monte con hayas. Han atravesado la comarca de Vidriales, donde se encuentra Sansueña (y el antiguo campamento romano de Betunia, Petavonium, en cuyo foso o «sima» se precipitó Sancho). Luego Ricote atraviesa Carballeda, cuyo centro es Mombuy, la tierra de lobos de la «Condessa Lobuna». Pasan el pueblo llamado Asturianos, donde encuentran una antiquísima venta en la que «hay una moza asturiana». A la aldea que se busca «por las puertas y balcones del manchego orizonte», (el paisaje sanabrés se superpone al inventado paisaje castellano), «se accede por una cuesta arriba y un arroyo» tras pasar «un camino que a cuatro se dividía». A 1200 metros de altura y a 300 de desnivel del camino principal en efecto se divisa una elevación que en la zona se conoce como el «Balcón de Sanabria», donde hay dos aldeas o lugares: San Juan de la Cuesta y Cervantes.
La mancha con minúscula
Para Brandariz es la aldea de Don Quijote, de Sancho (cuya mujer había asumido el apellido del marido como en la tradición judía) y de Ricote. No muy lejos, en Santa Colomba del Terroso, está enterrada una Aldonza Lorenzo (¿Dulcinea del Toboso?). Era zona de tratantes gallegos, refugio de conversos españoles y portugueses (de «manchados»), de pastores extremeños y comerciantes de telas (como quizá la familia Cervantes). Quizá por ello Don Quijote lo era de la mancha (con mínúscula), más un estigma que una comarca castellana, a la que habían llegado mucho antes los molinos de viento. Por aquellas tierras se da la mayor concentración de ambos apellidos: los Saavedra y los Cervantes. Estos últimos proceden todos de un ayuntamiento de Lugo que entre sus 21 parroquias incluye el Coto de Saavedra, San Pedro de Cervantes y San Ramón de Cervantes. La Mancha quizá sólo era una cortina de humo.
Égloga de Virgine Deipara
«oye señora mia/ la humilde voz que tu sanabrio embia/ yo te supplico y pido/ princesa de los cielos/ que las pasadas guerras y amarguras/ que en portugal a auido/ conuiertas en consuelo / y en amorosa paz las armas duras/ y hagas ataduras/ tan firmes y tan fuertes/ entre los coraçones/ que cesen dissensiones/ trabajos alborotos robos muertes/ y biuan como hermanos/ gallegos portugeses castellanos»
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