1 de marzo de 2013
Revista Contra
http://revistacontra.com/2013/03/publicos-innecesarios/
Entro al teatro (que bien puede ser espacio escénico
alternativo), busco mi lugar entre las butacas vacías, recorro con la vista las
entradas laterales: vacías. Los pocos espectadores cuchichean; unos visten de
gala como la televisión les ha enseñado que se va a ese recinto del arte, otros
esperan ansiosos ante el desconocimiento de encontrarse ahí, muy pocos más van
a ver la obra sabiendo de qué va la misma.
Se apagan las luces, ¡comenzamos! y el cuchicheo continúa, ya se
callarán. Pero no lo hacen, permea un susurro tonto de risas sofocadas y
comentarios alejados del tema; ya los reconozco: se trata de aquellos jóvenes
(casi niños) que mandó la maestra a ver la obra. No les interesa, van a jugar y
a ver a sus amigos, a juguetear con la novia en la oscuridad. En fin, ni pagan
el boleto entero y todavía se dan el lujo de hacérsela pasar amargo a las
personas que realmente querían ver el espectáculo. Nada fuera de lo inusual,
así es –en muchas ocasiones- ver teatro en Chihuahua.
Comienza a llegar el público; claro, les dijeron que a las ocho
iniciaba, por eso a las ocho apenas y, si tenemos suerte, van acercándose al
teatro; cuando entran al lugar están desorbitados, con todas las luces apagadas
y sin ver nada, quién no lo estaría. En su intento por no hacer ruido hacen más
del necesario. Cuarenta minutos después, veo que ya hay gente como para llegar
el lugar, lástima que sólo vieron la mitad de la obra.
Este ha sido un ejemplo de un evento clásico de teatro en
nuestra hermosa ciudad. Mire, mi querido lector, que siempre me ando quejando
del artista y su falta de compromiso, de los espacios negados y la falta de
apoyos, de la poca creatividad y la necesaria suerte que se requiere para poder
mostrar teatro en Chihuahua a nivel profesional. Y sin embargo, hay quien lo
logra. Pero es en este mundo donde me pregunto, ¿si uno pasa por tantas
desavenencias para llegar a mostrar su trabajo ante un público, no sería justo
que éste respondiera de la misma manera?
Ya no hablo de comprar un boleto, porque hay tantos que compran
-como un acto de caridad para el pobre artista que ojalá se dedicase a algo de
provecho- y luego ni van. Hablo de acceder a ese momento (único e irrepetible)
de ver un espectáculo y comportarse como una verdadera vergüenza de ser humano.
Si no tiene idea de qué hablo, le enunciaré algunas de las actitudes que purgan
cuando se ven en un seudo-espectador que supuestamente va a ver un trabajo
artístico: Celulares sonando o bien, prendidos en media función claramente
siendo utilizados en Facebook, WhatsApp y Twitter. “Qué padre, estoy en
@elteatro.” Qué padre sería si vieran la obra en lugar de avisarle al mundo
entero qué están haciendo. O los otros, no necesariamente menores, jugando
mientras se está presentando el espectáculo. Qué ganas de verlos con su cliente
explicándoles todo un proceso de ventas mientras que el interesado juega al
Tetris.
Risas fuera de lugar, cuando una obra no se trata de comedia
sino que la comedia la hace el espectador contando el chiste del día a su
acompañante. Ya quisiera verlos en su oficina mientras hablan de algún proyecto
y el interesado se carcajea de otra cosa.
Hablar, hablar y hablar sobre temas intrascendentes al momento y
en el lugar equivocado. Ya quisiera verlos tratando de mostrar su trabajo
mientras las otras personas hablan sobre el juego de fútbol de la noche
anterior.
Ya quisiera verlos subidos en el escenario, observar su cara
cuando se encienden las luces de los celulares, sintiendo las sensaciones de
endorfina subir al ver cómo se pierde la atención. Ya quisiera verlos elevar el
volumen de voz tan alto que no se puedan escuchar las risitas idiotas del
jovencito tonto que ríe descarada y obviamente. Ya quisiera verlos hacer su
trabajo con esa presión.
Pero ese es el que nos tocó hacer y se disfruta, créamelo.
Siempre serán más aquellos que vean con buena disposición los espectáculos. Sin
embargo, yo le hago la invitación a aquellos que realmente no les interese ir
al teatro: no vayan, o bien, diríjanse a ese teatro soso y relajado que traen
de la Ciudad de México (u otras urbes donde también se da el espectáculo tonto
y de maquila) porque saben que acá sí funciona. Vaya a ver esas obras que
muestran exactamente lo que usted ve en la televisión y a lo que está tan
acostumbrado. Aléjese del teatro que nada le deja y ni usted le aporta a él,
que son muchos –y créame que muchos más- aquellos que preferiríamos tres cuartas
partes del público dispuesto y atento, a tener a esa cuarta parte de personas
carentes de educación, respeto y criterio.
Y a usted, el buen público, le pido que denuncie estos
comportamientos, que haga lo mismo que en el cine: pida que se callen o reporte
a estas personas. A usted, ese público tan necesario, gracias. Hasta la próxima
vez que se abra este telón de revistero… digital.
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