“Por la inconcebible cantidad de gente que mira el fútbol; por su apatía ante la situación nacional, por la indiferencia, por no seguir todo aquello en lo que yo creo y por amar eso que a mí no me gusta. Por eso, mi México, mi suave patria, estamos como estamos.”
Lo anterior se refiere al ejemplo clásico del discurso radicalista y mal fundamentado de un espécimen que ha ido reproduciéndose —en la generación contemporánea de un servidor y anteriores a ella— hasta formar un comunidad que aquí llamaremos#yosoypensante y para efectos de practicidad #ysp.
El #ysp es el sujeto que ha sufrido la gran agonía de no disfrutar nada, pero nada de la cultura popular… o al menos eso le gusta hacerle creer al mundo. Esta cultura le ha agredido, no sólo en sus significaciones sino en los sujetos que se manifiestan afines a tales culturas bárbaras (como el #ysp suele llamarlas). Podremos encontrar como sus características más peculiares los estados de iracunda mortificación que profesa cada que hay fútbol o bien, sabe de alguna persona que mira una telenovela. Va a protestar enérgicamente ante tales fechorías con el sufrido grito de desconcierto: “¡Por eso México no avanza!” Luego prenderá su cigarrillo de marihuana ante la desazón que le ha generado que el país esté perdido en el fútbol, colaborando con un mal aún mayor (no la hierba, la compra ilegal).
Pero no crea usted que el #ysp es sólo un joven inactivo u holgazán, ¡para nada! Él es un preocupado por su comunidad y, más allá de eso, el mesías que necesitábamos para salir del hoy en el que la maldita televisión (no el Internet, bendito sea) nos ha metido. Por eso, y de acuerdo a su convicción, lanzará por medio de todas las redes sociales a su alcance toda la ponzoña de la que sea capaz; por supuesto, no para agredir sino para despertar al aletargado pueblo:
“México, despierta. No seas pendejo, apaga tu televisión, no le hagas caso al ‘teacher’, odia a los deportes y lee a Marx” Palabras que pueden sonar duras (y que aparentemente encierran el mismo sinsentido que tiene gritar ¡goool!), pero válidas puesto que han dictado las claves mágicas de la generación: “México, apaga-televisión y lee”, y aunque estas estén en un sentido manipulador e incoherente, para el #ysp son la prueba fehaciente de que él tiene la verdad y la superioridad intelectual frente a la especie menor del mexicano promedio.
Pero jamás piense en contradecir –ni con argumentos sólidos- las sentencias de tan ilustrísimas personas, mi buen lector. De hacerlo, usted pasará de inmediato, y sin derecho a la réplica, a la categoría de ignorante, pusilánime del sistema, acarreado político y la peor de todas: hijo de Peña Nieto. No se ofenda, ni se sienta mal, a fin de cuentas que se lo dicen para ayudarlo y guiarle hacia el camino de la iluminación intelectual. Oremos.
Y de igual manera podríamos seguir hablando sobre la fanfarria y charlatanería que profesan los mangíficos #ysp pero la realidad es que la superioridad intelectual de estos seres es como Dios; no sabemos a ciencia cierta si exista, pero nunca falta quién le profese culto.
Lo único cierto es que Internet ha creado a estas y otras razas de personas que hablan sin criterio ni reflexión propia: monstruos dedicados a generar ataques contra todo lo que no les es afín a su ideología (en caso de tenerla) o las cosas que otros #ysp les han contagiado. Si bien es cierto que Internet —y principalmente las redes sociales— han permitido que el mundo exprese su parecer sobre cualquier tema, también ha generado que cualquier neófito (como su servidor) realicé comentarios, acusaciones y sentencias al por mayor. No se piense que abogo por la legislación, ¡para nada! (lo siento, Arath), sólo por aprovechar mejor las ventajas que tiene el que, para mí, es el invento más grande de los últimos dos siglos.
Y es que resulta preocupante ver que el papel antaño jugado por la televisión (que en algunos sectores sigue siendo predominante) esté siendo arrebatado poco a poco por la Internet; generando una fe ciega a todo contenido que se ve en las plataformas virtuales sin abogar por la reflexión propia o la validación de los argumentos.
¡Por supuesto: apaguen Televisa!, pero no para correr a enajenarse con las nuevas tablas de la ley que ahora son “El blog del narco,” “el blog de izquierda” o el hoy extinto
“5antuario.” Sin demeritar los reales alcances que han tenido para despertar las conciencias de gran parte de la población, tampoco se puede creer del todo en su verdad sin cuestionarla. Ahí, mis queridos #ysp está la verdadera ignorancia.
Tolerancia total nunca, jamás, va a existir. Tendremos en nosotros algo que nos intoxique siempre cuando alguien exprese una idea opuesta a lo que pensamos o afirmamos de corazón… o de imitación. Pero entre muchas de las cosas que ofrece estar en línea es poder leer lo que escribimos antes de enviarlo. Usemos esta ventaja.
Los #ysp seguirán siempre diciendo: “malditos ignorantes, fuera el fútbol, arriba el premio de Cannes (el cual se sabía antes de la final de la Liga MX, queridos)” y ahí es donde nosotros, los proscritos de la máxima iluminación, podremos esbozar una sonrisa ante la intolerancia y la falta de argumentos de estos personajes y decir: “por ellos, estamos como estamos.” Hasta la próxima vez que se abra este telón de revistero… digital.
9 junio de 2013
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