¿A quién no le ha ocurrido? Terminas un
trabajo de la universidad, un informe o un texto para publicar (ya sea
un libro o un artículo); lo revisas, lo revisas de nuevo y cuando lo has
entregado o enviado… Puf! Aparecen faltas de ortografía. Y normalmente
son faltas obvias, que todos podemos identificar. Aunque admitámoslo,
las hay del tipo que si no las ve el corrector ortográfico de word,
pasan desapercibidas. Pues bien, ya no te preocupes. Por mucho que la
gente lo diga, en realidad los errores de ortografía no afectan a la
calidad de los artículos.
La huella de un fallo
Cuando leemos un texto con muchos
errores en la escritura automáticamente calificamos al que lo ha escrito
(y por consiguiente su trabajo) como precario. Pensamos que es una
persona descuidada, torpe, poco profesional y seguramente alguno incluso
duda de la capacidad y calidad del material producido.
Aspectos psicológicos y por qué ocurre:
Según Tom Stafford, que estudia los
fallos ortográficos y sus aspectos relacionados en la universidad de
Sheffield (Reino Unido) lo que ocurre es que la escritura es una tarea
de nivel muy alto, estás intentando transmitir un significado y ello
requiere de mucho trabajo.
Como ocurre con todas las tareas
complejas el cerebro automatiza y dedica menos atención a las tareas
simples que intervienen en el proceso, como es convertir letras en
palabras y las palabras en frases para centrarse más en el significado y
la combinación de esos elementos simples en tareas más complejas. Ello
explica por qué cometemos el fallo.
Los humanos combinamos la
información sensorial con la información referente a expectativas, y a
través de ese proceso extraemos significados. Si estamos
leyendo el trabajo de otro esto nos permite asimilar los conocimientos
de forma más rápida. Pero cuando se trata de nuestro trabajo, dado
que sabemos ya lo que queremos transmitir y esperamos que ese
significado esté ahí, lo que ocurre es que cometemos errores al no ver
partes que faltan porque en nuestra expectativa ya esperábamos que
estuvieran y el cerebro no las detecta o las “autocompleta
inconscientemente”. Ello explica por qué ese fallo no es detectado.
Digamos que lo que vemos en
el texto compite con nuestra imagen mental, si ya sabemos la palabra que
sigue, es muy probable que la mente la complete anticipadamente y por
lo tanto no vea el fallo. Un ejemplo claro es leer “dentro”
cuando pone “denrto” porque la mente ya sabe que esa palabra viene y la
“autocompleta” prácticamente sin leerla, se anticipa y sabe que palabra
esperar.
Estos “mapas mentales” liberan a
la mente de carga cognitiva que queda libre para otras tareas
“superiores” o que no pueden automatizarse y generalizarse. Por
ejemplo, cuando vamos a casa de un amigo pero nos desviamos de la ruta
porque un tramo del camino se solapa con parte del camino al trabajo y
sin querer nos desviamos a trabajar.
El cerebro se vuelve ciego a ciertos
detalles (lee lo que espera leer) sin embargo, para el lector, la
primera lectura es novedosa, no sabe que viene después, no espera las
palabras exactas y por ello es capaz de detectar los errores mejor.
Lo cierto es que hay faltas de
ortografía hasta en la Biblia y recientemente hasta Obama cometió uno.
Los errores de ortografía no afectan a la calidad del texto. Aun
así probablemente es el texto más complejo el que más faltas tendrá
porque habrá requerido un esfuerzo mayor en la mente del que lo
escribió, lo cual habrá llevado a una menor atención en procesos de
carácter inferior.
Consejos para evitarlo.
Pues la verdad es que por mucho que
revises alguno se escapará pero Lucy Kellway nos da unos consejos sobre
cómo evitar que se nos pasen:
- Cambiar la fuente de letra.
- Cambiar el tamaño de la letra del texto.
- Cambia el color del fondo para que las letras contrasten más.
- Imprimir una copia en papel y revisar y marcar con lápiz los fallos.
Según Tom Stafford, cuanto menos familiar seas con el tema o el material que trabajas menos fallos cometerás.
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