miércoles, 28 de marzo de 2012
En el primer capítulo de aquella telenovela cultural, Jesús Vargas, que así se llama el protagonista de este relato, luego de presentar ponencias sobre la Campobello en cuanta universidad pareciera disponible y recopilar testimonios de gente que la conoció, se propone recorrer mundo en busca de la escritora y tratar de vencer la inercia del Ogro (¿filantrópico?), quien no quiere darse por aludido en la desaparición de una de sus mujeres más preclaras.
Jesús Vargas es un historiador que se viste con levi’s nuevecitos, camisa texana, chaleco de piel; lleva el pelo largo y despeinado al estilo Einstein, barba montaraz, sonrisa juvenil y lentes de John Lennon: hagan de cuenta Indiana Jones quince minutos después de doctorarse en una universidad inglesa de algún pueblito de primer mundo.
Investigador apasionado y caballero andante de fieras empresas, Vargas se propuso hace un año rescatar del olvido oficial y literario a la desaparecida escritora, y además encontrarla en persona, ya que no hay indicios de que haya muerto y, en cambio, existen sospechas de que fue secuestrada, recluida en algún lugar para robarle sus bienes y desaparecida por razones misteriosas.
Y fue así como aquel intrépido aventurero se lanzó a las múltiples azañas del hermético mundo en busca de la verdad y de su dama. En la primera escena sale Jesús Vargas desglosando innumerables notas en la asamblea de un club de historiadores en Ciudad Juárez, donde contaba el relato completo de aquel enredado asunto.
A la semana siguiente, un redactor de la revista Proceso le robó la historia y, sin citarlo, sacó un largo artículo firmado no por Vargas sino por el pirata Armando Ponce. De aquella publicación surgió uno de esos efímeros escándalos periodísticos en las páginas de algunos diarios de la Ciudad de México, donde todo mundo se preguntaba: ¿dónde está Nellie Campobello?
—¿La secuestraron?
A los pocos días el tema Nellie dejó de ser noticia para los frívolos periódicos capitalinos, siempre hambrientos de sangre fresca, historietas de escándalo y boletines oficiales de jugosos resultados. Pero Vargas ha seguido tensando los hilos y las intrigas de aquella historia de suspenso.
Primero mandó estrujantes solicitudes y demandas a cuanto gobernador, presidente municipal o comisario encontró a su paso. Luego escribió el guión de un espectáculo teatral: Nellie Campobello, una flor para Francisco Villa y contrató a una compañía de actores (integrada por Laura Lee, Óscar Erives, la bella Micaela Solís, Jesús Pérez, Guadalupe Vázquez y Andrés Mendoza, bajo la dirección del maestro Mario Humberto Chávez) para que realizara la puesta en escena. Gracias al enérgico patrocinio de la maestra Eva Lucrecia Herrera se los llevó de gira a Parral, Jiménez y otros lugares de Chihuahua y Durango, los dos estados que se pelean hechos unos perros el acta de nacimiento de la famosa escritora, para ofrecer funciones en todos los pueblos, ciudades y aldeas donde ella vivió su infancia y su agitada juventud desde 1900 hasta 1920, cuando se fue a vivir a la Ciudad de México luego de viajar a París y a la isla de Cuba.
La aventura ha seguido su agitado curso y pocas de las incógnitas han sido despejadas.
Como ya lo señaló Willivaldo, resulta casi increíble que una de las mujeres más famosas de la tradición literaria mexicana simplemente desaparezca sin dejar rastros de su paradero, y a casi nadie le importe.
Por fortuna en este tipo de historias siempre saldrán caballeros andantes. Estamos seguros de que Jesús Vargas continuará la singular misión que se ha impuesto a sí mismo hasta que en la pantalla salga la palabra fin y alguna de las protagonistas más guapas nos mire de ladito e indique con su gesto que esta película continuará.
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