Tomás Urtusástegui (Ciudad de México, 1933) representa uno de los pilares en la dramaturgia nacional. En sus obras recrea la vida cotidiana de la clase media mexicana, con abundantes personajes que gozan y padecen el cambio vertiginoso de su ciudad. Para el autor,
“Un dramaturgo se alimenta de lo que le rodea, de sus maestros formales, de sus colegas, de las diferentes artes, de las puestas en escena, de los directores, de los escenógrafos, del público y de observar el mundo. Es interminable la lista de los maestros que se tienen en la vida”.
El médico y dramaturgo fue alumno de Vicente Leñero y de Hugo Argüelles, condiscípulo de personalidades como Víctor Hugo Rascón Banda, Sabina Berman, Leonor Azcárate y Jesús González Dávila.
“La escritura puede ser muy divertido y un elemento de unión familiar si lo hacen en grupo y lo comentan, en lugar de estar viendo la televisión cada uno por su lado”, comenta el autor de Huele a Gas.
Médico de profesión (estudió en la UNAM), Urtusástegui dice que en un principio intentó impedir que la medicina influyera en su trabajo dramatúrgico, “pero acabé por entender que todo lo que aprendí como médico, a ver a los seres humanos en momentos de gran crisis, tenía muchas similitudes con el teatro". En ambos casos, tanto en la medicina como en el teatro, tiene que haber una resolución; para bien o para mal, el enfermo se muere o se alivia, la gente se casa o no se casa. En la medicina se desnuda a los pacientes para examinarlos mejor, y en el teatro se desnudan las almas para conocerlas”, afirma el dramaturgo.
Sin embargo, reconoce que nunca ha escrito una obra sobre un caso médico: “No me atrevo a hacerlo –confía-- no me parece muy ético tomar un caso de una persona real y traspasarlo al teatro, pero como médico oyes tantas historias, conoces a tanta gente con sus problemáticas, que todo eso se te va quedando y terminas por aplicarlo a otras situaciones”.
Urtusátegui afirma que nunca pensó ser dramaturgo, aunque siempre tuvo una gran inquietud cultural como lector, como escucha de conciertos, asistente a exposiciones, etc. Es a los 50 años de edad cuando decide dejar de ser espectador para ser protagonista de alguna manifestación artística. “Lo que más me gustaba era la música. Me metí a estudiar guitarra clásica y me fue exageradamente mal; después me dediqué a la pintura, ejercité el cuento, y el teatro fue lo último. Me percaté de que mis cuentos estaban dialogados y decidí probar la dramaturgia. Para mi gran sorpresa, me di cuenta que tenía facilidad para escribir teatro y entonces me puse a estudiar firmemente, primero en el taller de Hugo Argüelles --que al principio no me aceptaba, por mi edad--, y después con Vicente Leñero”, recuerda el autor.
De su relación con estas grandes figuras del teatro mexicano, Urtusástegui señala: “Con Argüelles me pasó lo mismo que le pasaba a la mayoría de la gente: era una relación odio-amor tremenda. Yo lo admiraba mucho, pero no aceptaba que nadie brillara a su alrededor“Entonces, cuando nos queríamos salir de su influencia como debe hacer cualquier alumno, se molestaba muchísimo, inventaba cosas y dejaba de hablarte. Después te devolvía el habla, eras su consentido y luego te volvía a desconocer.“Conmigo se enojó muchísimo porque escribí un manual de dramaturgia que toda la vida le habíamos pedido que escribiera y jamás lo hizo. En el manual puse mucho de lo que él me enseñó y le doy todo el crédito en el libro. Pero se enojó y me dejó de hablar dos o tres años, aunque en la última etapa de su vida tuvimos mucho acercamiento”, señala Urtusástegui.
En contraste, con Vicente Leñero recuerda una relación siempre tersa. “Era una persona finísima con todos los que participábamos en el taller, muy interesado en lo que hacíamos. Hugo nos dio lo teórico y Vicente lo práctico. Personalmente, Hugo me llevó por el humor un poco escatológico, negro, aunque nunca he escrito en su estilo; mientras que Leñero me enseñó a ubicar situaciones, salir del teatro rutinario para buscar nuevas formas”, concluye Tomás.
Urtusástegui ha escrito más de 200 obras de teatro,
de las cuales se han montado más de la mitad.
Premio de Teatro Histórico INBA 1985 por
"Y Retiemble en sus Centros la Tierra".
Premio Plural de Teatro 1987 por
"Yo sólo sé que te vas. Yo sólo sé que te quedas".
Miembro del SNCA durante los periodos 1994-1996 y 1997-1999.
Imparte cursos de dramaturgia en varios institutos culturales del país.
A la fecha miembro honorario de la SOGEM.
Ha recibido múltiples reconocimientos en México y en el extranjero.
Entre sus obras destacan títulos como
A Siete Columnas,
Huele a Gas,
Carretera del Norte,
Cupo Limitado y
Sex o no Sex. Ésta es la Cuestión.
En sus palabras: "Me gusta experimentar, me gusta la búsqueda. Creo no haber encontrado nada nuevo para los demás pero sí mucho para mí. En cada obra trato de ser distinto, quiero que sea un reto, por eso intento casi todo tipo de teatro: infantil, pastorela, histórico, erótico, humor negro, violento, monólogos, de masas, serio, pobre económicamente, de gran producción, musical. En cambio, géneros como la pieza, la comedia y la tragedia, los abordo menos o de plan los rehuyo porque los traiciono, me salgo de ellos, no los respeto".
Un Servidor a lado izquierdo, al centro un loco de Santa Ana de Coro, Venezuela
y a la derecha el distinguido Maestro Urtusástegui.
2 comentarios:
Tomás Urtusástegui es muy bueno manejando relaciones públicas, es NEFASTO como dramaturgo, con un discurso sumamente antiguo y pasado de moda. Lo UNICO que le interesa es hacerse presente en los eventos, que todo lleve su nombre así el no mueve aujn dedo por lograr algo, le encanta buscar huesos de conaculta para viajar para todos lados con dinero del estado y lucirse por un trabajo por el cual el nunca ha peleado o relizado. Asi que yo no le considero un autor con una obra verdaderamente destacable, es un publirelacionista nato que ha apañado el mercado nadamás, su obra vale un cacahuate es chafisima
Jaja, qué onda con el comentario anterior? No se notan los celos... Puede que sí sea bueno en relaciones públicas, pero su obra no es para nada "chafísima". Uno no puede vivir del teatro como se vive con otras profesiones, no hay suficiente inversión privada, por lo que los incentivos del estado son importantes, y las relaciones públicas son parte importantísima para la gestión de una beca, eso es buscar y pelear espacios. Hay personas que les gusta quedarse sentados a esperar una oportunidad en lugar de buscarla.
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