07-01-2008.
En entrevista, el especialista dijo que no obstante hallazgos fortuitos como el de la escultura de Tlaltecuhtli, localizado el 2 de octubre de 2006 en el predio de Las Ajaracas, las fuentes históricas disponibles ya no mencionan otras piezas monumentales como la Piedra del Sol, la Coyolxauhqui o la Coatlicue.
Las fuentes hablan de monolitos pero ninguno que no se haya encontrado a la fecha, aseguró López Luján.
Destacó que a Tlaltecuhtli "no lo mencionaban, en ese sentido fue un descubrimiento totalmente inesperado, lo cual hace más interesante el hallazgo", pues en torno a él, los especialistas esperan encontrar lo que podría ser la primera tumba de un emperador azteca, la cual correspondería a Ahuitzotl.
Parte del acervo arqueológico que se conserva tanto en el Museo del Templo Mayor, en el corazón de la ciudad; como en el Museo Nacional de Antropología, proviene de las diferentes excavaciones que se han realizado a lo largo de los años en el Centro Histórico.
Uno de los primeros hallazgos del pasado mexica correspondió a la llamada Piedra del Sol o Calendario Azteca que fue descubierta el 17 de diciembre de 1790, en el costado sur de la Plaza Mayor de la Ciudad de México, en un área cercana a la acequia que corría por el costado meridional del Palacio Nacional.
Durante los trabajos de nivelación de la plaza, en ese año se descubrió además la Coatlicue, que quedó arrumbada en el patio de la Real Universidad y después se volvió a enterrar, mientras el calendario fue adosado a un muro de la Catedral.
La Coatlicue era considerada la madre de todos los dioses del panteón azteca y es una de las principales deidades que trajo a los aztecas a inmigrar al Valle de México, para quienes era la madre de Huitzilopochtli el Dios del sol y de la guerra, quizá por eso primero fue refundida.
Otro de los descubrimientos que llamaron la atención del mundo fue realizado el 28 de febrero de 1978 en la esquina que forman las calles de Guatemala y Seminario, y correspondió a la majestuosa Coyolxauhqui o diosa de la Luna entre los mexicas.
Este descubrimiento marcó el inicio de los trabajos que sacaron a la luz los vestigios del antiguo centro ceremonial azteca o Templo Mayor, además de que confirmó la relevancia artística y cosmológica que tuvo la cultura prehispánica asentada en el corazón de México.
El descubrimiento más llamativo desde esa época es el de la escultura de Tlaltecuhtli, el cual fue realizado apenas en octubre de 2006, en el predio conocido como de Las Ajaracas, a un costado del Templo Mayor y que aún se encuentra en proceso de restauración y consolidación para su exhibición.
Con una longitud de cuatro metros de largo por 3.57 de ancho y 40 centímetros de espesor, la representación de la Diosa de la Tierra, presenta tallada en la parte inferior la fecha de 1502 o año 10 conejo, el mismo de la muerte de Ahuizotl, gobernante de la antigua Tenochtitlán, de quien se cree pueda ser su lapida mortuoria.
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