H: Te acuerdas de esa película donde todos los mexicanos desaparecen de la tierra… ¿cómo se llamaba?
P: Un día sin mexicanos.
H: Obvio. Pues sí, figúrate que ocurriera algo parecido acá pero que los artistas fueran los desaparecidos.
P: No mames: el paraíso.
H: Sería como en Los Simpsons cuando el abogado se imagina el mundo sin los de su profesión y todo es bien hippie y bien feliz, y pues al abogado como que le da asco eso, ¿no?
P: Estaría cabrón. Qué haría el pobre ICHICULT, el ICM o cualquier institución para vivir…
H: ¡Pues ser felices!
P: Ja, claro. Pero, a ver, ¿cómo crees que sería?
H: En primera instancia no podemos sugerir que los artistas nunca existieron, digo, para ver el efecto que causaría su ausencia hay que ver lo que causa su presencia.
P: Vale, pues supongamos que un día Fermín se harta de todos y pide que desaparezcan todos los artistas de Chihuahua.
H: ¿Y él también desaparece?
P: No, él no.
H: …
P: …
H: Bueno, continuemos. La cosa es que todos desaparecen y al siguiente día llega el momento de abrir una exposición y ¡pum! No hay artista…
P: No, eso está muy regalado. Además la exposición se puede hacer sin el autor… Mejor que sea en el teatro, sí, que estén por presentar la obra y el público espera expectante,
H: Bueno, la mitad del público, porque no hay artistas y pues los colegas constituyen la mitad de las locaciones siempre.
P: Claro, claro. Bueno, está el teatro medio lleno.
H: Mejor.
P: La cosa es que el público espera y no hay nadie que salga a escena, claro, no hay artistas. El murmullo empieza y todos los organizadores corren como locos por toda la tramoya gritando el nombre de los protagonistas (sólo de ellos porque de los secundarios ni quién se acuerde). Ante el desconcierto, un grito exasperado emerge en una toma que sale del teatro hasta llegar a una panorámica de toda la ciudad:
H: “¡¿Dónde están los artistas?!” La gente corre despavorida buscándolos, llaman a los celulares de los que conocen, los buscan en sus casas, en los museos, en otros teatros, en Internet… se han extinguido.
P: Los directivos de las casas de cultura de todo Chihuahua entran en estado de crisis, “¿qué hacemos?, ¿cómo reaccionaremos ante esta situación?” Con qué le diremos a la gente que el despilfarro de dinero es para que la comunidad artística lo utilice y no como un mero pretexto para gastar el presupuesto y quedarnos con los intereses…
H: No, ahí sí ya te viste muy mamón…
P: ¿Te lo parece? ¿Aunque sea cierto?
H: Sí, güey, mantente en la ficción vacía sin contenido revolucionario.
P: Vale pues. Corrijo: Los directivos de las casas de cultura de todo Chihuahua entran en estado de crisis, “¿qué hacemos?, ¿cómo reaccionaremos ante esta situación? ¡La gente nos exigirá cultura, arte y diversión! ¿Con qué se las daremos?
P: Y en medio de la desesperación un convoy de seres incivilizados comienzan a golpear las puertas de las H. Instituciones. La falta de artistas que mantengan los valores humanos ecuánimes ha formado a estos… ¡zombies!
H: ¿Qué? ¿Zombies? ¡No! Son seres humanos que caminan ambulantes, solamente. Están afuera tratando de derribar las puertas al grito de “queremos arte, queremos cultura”. Los directivos asustados siguen marcando los teléfonos de todo artista conocido y promesas que ignoraron en el pasado… Nada. Nadie contesta.
P: En un acto de desesperación uno de aquellos pobres dirigentes del arte toma el teléfono y llama a su amigo X, pidiéndole de favor que vaya: “Cabrón, necesito que vengas y hagas algo medio artístico, lo que sea para apaciguar a la gente, están afuera del Instituto y ni cómo calmarlos.”
H: A lo que el ciudadano X contesta: “Órale, ¿de cuánto es el pago?”
P: Y el directivo: “Pues no sé, ¿300 pesos?”
H: Ante la patética respuesta, el buen X se siente bastante ofendido. “A chinga’, no pues no se arma. Adiós.”
P: La desesperación inunda al directivo que ve como están a punto de romper la puerta del Instituto y dice algo que jamás había salido de su boca antes: “Ya, te pagamos lo que quieras pero por favor ayúdanos”.
H: ¡Ja! Y X dice: “Va, pero las prestaciones y todo eso va aparte, ¿no?” Y el directivo sacadísimo de onda contesta: “¿Cómo que prestaciones?, en cultura no se da eso”
P: “Pues como en cualquier trabajo. Va, si no quieres busca a otro. Adiós.” Dice el señor X a segundos de colgar.
H: Pero antes el directivo: “¡Ya, lo que quieras pero ven!”
P: X llega al Instituto y se para ante los espectadores que lo miran absortos pero a la vez violentos, esperando que haga un acto satisfactorio para complacerlos. X sube a un banco que utiliza de escenario improvisado y aprovechando la luz de una lámpara que da a la pared hace la silueta de un conejo que se mueve por el contorno luminoso.
H: El público lo mira ante la duda y la fascinación, hasta que uno de ellos –de la nada- comienza un aplauso que se extiende por todos. ¡El acto de X es un éxito rotundo! Esto se justifica ante la ausencia del verdadero creador, pero ¿qué importa? Ya no hay artistas, no hay más oferta así que la demanda no va más allá.
P: Y ese día –y todos los que siguieron- X cobró su lana. Comenzó a vivir de esto. Muchos más no-artistas le entraron al movimiento, dedicándose a trabajar, a crear y a producir cosas nuevas. Pronto el acto de sombras dejó de ser aplaudido pues X y sus nuevos colegas estaban creando cosas nuevas para un público que se hacía más exigente. La prosperidad artística llenó los escenarios chihuahuenses de propuestas novedosas y creaciones cada vez mejores…
H: Hasta que unos empezaron a superar a otros; se comenzaron a atacar y a perjudicar el trabajo ajeno con argumentos vacíos e inoperantes que no hacían más que dañar al nuevo gremio tan libre de culpa.
P: Conforme esto aumentaba en insultos, difamaciones y golpes bajos, la calidad de los espectáculos se deterioró. Dejaron de cobrar las prestaciones y abarataron su trabajo con tal de ser contratados antes que cualquiera.
H: Al final los nuevos artistas dejaron de trabajar y se dedicaron a destrozar el trabajo del otro que, a su vez, tampoco hacía gran cosa. “¡A la mierda el arte! Lo importante es que el mundo sepa que yo soy mejor y tú eres lo peor… aunque no sepa a ciencia cierta explicarlo” era su grito de guerra. Esto –de nuevo- hizo enfurecer a don Fermín que volvió a pedir que los artistas desaparecieran de nuevo. Y así una vez más comenzaron el ciclo de resucitación artística que estaba condenado a repetirse una y otra vez por los siglos de los siglos.
P: Amén. ¡Ja! No mames, parece guion de M. Night Shyamalan.
H: Efectivamente. Tan malo que casi es real.
Cualquier parecido de esta ficción con la ridícula, pedante y odiosa realidad de la comunidad artística chihuahuense, será pura y mera casualidad muy bien manipulada. Ojalá que nunca pasáramos de esa etapa donde no queremos convencer a nadie más con nuestro trabajo que a nosotros mismos, ojalá nos quedáramos mirando más lo que hacemos que lo que los otros hacen, ojalá no perdiéramos tanto el tiempo hablando y creáramos cosas que en realidad sirvan para algo. No podemos permitirnos generar odio a partir del arte, no en este mundo tan golpeado lo mismo. Hasta la próxima vez que se abra este telón de revistero… digital.
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