El silencio casi absoluto alrededor de la muerte de Dario Fo
(1926-2016) comprueba la intuición que sus lectores albergamos durante
años: la ignorancia de su obra es tan amplia como lamentable. Esto quizá
se debe a su perfil como dramaturgo aunque no por ello deja de ser
penoso. El actor y dramaturgo italiano formaba parte de esa ya casi
extinta estirpe de intelectuales europeos de izquierda que no sólo
llenan páginas del periódico con lo que debería hacerse sobre esto y
aquello, en un café con vista al Mediterráneo, en permanente
comunicación con editores que colocan sus libros en todas las lenguas
posibles. Por el contrario, su activismo se transformó en iniciativas de
apoyo a militantes encarcelados, por ejemplo. También en una
participación permanente y entusiasta para formar a la nueva avanzada de
actores y dramaturgos en Italia. Virtudes cada vez menos frecuentes en
intelectuales y artistas que se presumen de izquierda, pero que se
muestran incapaces de cualquier acción que no sea asistir a una marcha y
rematar en la cantina.
A su muerte, queda como principal referencia de su legado Muerte accidental de un anarquista
(1970), que lo mostró como uno de los autores satíricos más corrosivos e
inquebrantables del siglo XX, habilidoso para ejercer la farsa hasta un
punto de ebullición en el cual no es posible mantenerse vertical. Y es
que vivió parte de su juventud en las cenizas que dejó la segunda guerra
mundial, lo que habría nutrido su temperamento crítico hacia un sitio
casi inaccesible. Todo en sus obras es baile, ridiculización de la
inopia de la esfera política, replanteamiento de aquello que se tiene
por inmóvil. Es fácil trazar paralelismos entre su obra y la de Federico
Fellini (1920-1993), casi estrictos contemporáneos no obstante
antípodas en aspectos de opinión, a ratos carnavalesca y acentuada en la
farsa, siempre con la mirada puesta en las cavidades que dibujan una
forma de la realidad y la vuelven alimento para las inteligencias
despiertas.
Ahora bien, no es fácil acceder a sus obras, que circulan de manera
fantasmal en las librerías. Como ha sucedido con otros autores que han
recibido el premio Nobel, su paso por las librerías dura un año y
después es necesario acudir a las bibliotecas para hacerse del material
mínimo. Por otra parte, las representaciones por compañías teatrales son
escasas no sólo en México sino igualmente en el resto de
Hispanoamérica. Por suerte, esa herramienta mágica que es YouTube
permite asomarse a gran parte de su producción, incluso actuada por él
mismo, ya que complementó su tarea como dramaturgo con la de actor, lo
que no resulta desdeñable. A resultas, Fo es destilación de una Italia
que tiembla al reconocerse al espejo y, por lo mismo, pega de brincos
para quitarse la máscara del carnaval. Las diferencias entre el norte y
el sur están lejos de resolverse y la desconfianza es mutua.
Ante su obra, las preguntas: ¿a qué se debe su lejanía del lector o
asistente al teatro? Podría explicarse debido al esteticismo trasversal
de su obra, que intenta una crítica social de amplio espectro aunque
hunde sus raíces en la experimentación teatral del siglo pasado. ¿El
resultado? Obras de octanaje satírico que no siempre son del gusto
popular, ya que implican una aceptación tácita de un formato ideológico
de izquierda (en una de sus vertientes), que deriva autocrática y
monolítica. En parte, la obra de Fo es una larga secuencia de actos
dramáticos con las risas grabadas.
Si alguien dudaba de la posibilidad de generar una obra a partir de
la extravagancia, que se asome a Fo. Es un árbol frondoso de
incoherencias múltiples, que se disfrutan por su habilidad para
destruir el sentido de la razón generalmente aceptada. El carácter
italiano, que Luigi Barzini describió mejor que nadie en The Italians,
ayuda en esta construcción del exceso, lo mismo como andamiaje que como
trampolín. Es Pulcinella en un escenario de luces y sombras, mandolinas
y rehiletes. En el permanente circo de la política no dejan de aparecer
los animales más variados, así que la tarea está casi hecha. Bastaba
que un temperamento como el de Fo, inaugural y de cierre, atómico y
reflexivo, capitalizara las ligerezas de una clase política que se
tropieza en terreno plano con las agujetas propias. Una prueba:
Berlusconi. Difícil hallar a un escritor italiano que se resista a este
juego de relevar de nuevo lo que aparece a los ojos, incluso desde la
antigüedad latina.
La muerte de Franca Rame (1929-2013), quien fuera su compañera
sentimental y creativa a lo largo de algunas décadas, habría vuelto más
difícil la vida para Fo, que no dejó de producir hasta el último
momento. Por ejemplo, apareció en la “Feste del Movimento 5 Stelle”,
celebrado en Palermo el 26 de septiembre de 2016, con una participación
en video, en la cual aborda aspectos de la dramaturgia contemporánea.
Siempre es envidiable cuando un artista muere en plena labor creativa y
es el caso del autor italiano. Se apagó una de las dramaturgias más
singulares del siglo XX y el mismo premio que le dio notoriedad a Fo,
atenuó la posibilidad de una despedida más distinguida, a causa de los
nubarrones que generó la nueva premiación, ahora mismo en plena
controversia. Al final, la literatura es una geografía en la que nunca
faltan las paradojas.
Luis Bugarini
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