Consultada en torno al legado del escritor tapatío, primer ganador del Premio Xavier Villaurrutia, en 1957, Loaeza lo recordó como un hombre sencillo, modesto, serio y humilde, que dejó profunda huella en la literatura en lengua española.
"Parece que fue ayer cuando nos enteremos por los medios de comunicación de que había desaparecido el mejor escritor de América Latina del siglo XX, dejando un regalo importante como son sus dos principales obras El Llano en llamas y Pedro Páramo", expresó la autora de libros como "Las niñas bien".
Para Loaeza, leer y releer a Rulfo es fundamental, ya que eso significa "entender mejor este país, sus necesidades y conocer mejor quienes somos".
"Juan Rulfo no ha muerto pues desde su partida se le han hecho varios homenajes y se han escritos muchos libros a propósito de sus obras", aseguró.
Según Loaeza, quien en 2003 recibió de manos del embajador de Francia Philippe Faure una medalla de honor por su trayectoria, afirmó que la mejor manera de recordar y homenajear a Rulfo es revalorarlo y regalar su obra.
"Sus cuentos y obras son maravillosas si se leen despacio. Sobre todo Pedro Páramo porque ahí se escuchan los silencios, su ritmo. Su prosa es asombrosa y tiene una profundidad enorme. Una manera de homenajearlo y recordarlo este 7 de enero que se cumplen 22 años de su muerte, es acudiendo a librerías y regalar una de sus obras", consideró.
Para la autora de "Parejas", la obra del oriundo de Jalisco está bien resguardada, sin embargo "no estaría de más revalorarlo y hablar de él leyendo sus magníficas obras".
"No hay escritor latinoamericano que no hable de sus obras, Rulfo es una autor presente, es el maestro de los escritores", aseveró Loaeza, quien conoció a Rulfo en 1982, cuando éste trabajaba en el Instituto Nacional Indigenista (INI).
"Me lo presentó Guillermo Tovar y de Teresa, él estaba en un oficina y como cualquier burócrata, me llamó la atención y ahí estaba. Llegamos a su lugar de trabajo y sacó de un archivero dos Coca Colas, porque él era un amante de ese refresco, lo vi muy pálido con un traje negro, tenía manos largas y grandes", rememoró.
"Nos ofreció a ambos el refresco y se me hizo un nudo en la garganta muy grande, quizá porque me hizo evocar a mi padre. Era un hombre de pocas palabras, parecía como un alma en pena, un hombre metido en su mundo escuchando sus voces", detalló la también periodista.
Rulfo, agregó, era un hombre que odiaba los protagonismos, un ser muy callado, que nunca creyó que su obra había trascendido tanto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario